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Disfrazan la pobreza vestidos de Chapulín Colorado y de payasos, para sobrevivir

Los «Chapulines Alteños» se buscan la vida

Por Edwin Miranda V. | Activo$ Bolivia – La Paz

Vestido de Chapulín Colorado y de payasos, un productor de hoja de coca de Los Yungas y dos costureros de prendas de vestir que trabajaban en la Argentina, disfrazan la pobreza realizando un sinfín de monadas para ganarse unos pesos con los cuales garantizar el sustento diario de sus familias y sobrevivir a la peste del coronavirus. Sus atuendos de colores llamativos contrastan con el panorama sombrío de los distritos urbanos más lejanos y marginales de la ciudad de El Alto, donde el Covid–19 puso de rodillas la actividad económica y productiva.

Ríen, pero lloran en el corazón

La polvorienta carretera a Viacha, en el Distrito No 8, —el más rebelde y combativo de la urbe alteña— a diario se llena de colorido y alegría con la presencia del «Payasito Triste», un personaje de ficción que tiene vida gracias a Clemente Suyani, de 46 años, quien, desde marzo pasado, apostó por el maquillaje y la risa para llevar el pan de cada día hasta su casa.

«En Los Yungas fui productor de hoja de coca, pero me persiguió la desgracia, pues casi pierdo la vida en un accidente de tránsito, razón por la que decidí, junto a mi esposa y tres hijos, dejar el trópico paceño y buscar otro modo de subsistencia para ganarme la vida», relata Suyani, mientras prepara los refrescos y manipula las gelatinas para comercializarlos.

Cada día acarrea hasta el camino —uno de los más transitados en esta capital— tres baldes con refrescos de pepa de durazno y gelatinas de tres sabores, para ofrecer a transportistas y pasajeros a Bs 1 por unidad.

A diario lleva a la casa un promedio de Bs 120 por la venta de al menos tres baldes de refrescos y gelatinas. Con ese manojo de billetes o monedas en el bolsillo (unos 20 dólares), el cocalero debe alimentar tres bocas y, además, pagar mensualmente Bs 300 por el alquiler de un cuarto en Villa Bolívar «A», uno de los barrios más marginados de la urbe alteña.

Mientras vende el producto hace chistes, gesticula, ejecuta algún arrumaco, todo para robarse a cada cliente. Una sonrisa y echa paños de alegría incluso a los más reticentes.

Junto a un pequeño de no menos de 8 años de edad, al que bautizó con el sobrenombre de «Tachuela», Suyani improvisa, en los hechos, un espectáculo de circo.

«Es mi hijo menor, me ayuda en la faena diaria. Es mi razón de vida, junto a otros dos menores de edad y Julieta, mi mujer, que está en casa para atender a la familia. Llevo a cuestas la vida que se ha puesto más dura con esta pandemia que atemoriza a todos, pero qué puedo hacer, debo comer», relata Suyani. La frenética actividad comercial en la zona, además del intenso tráfico vehicular, a momentos, es interrumpido por el espectáculo que regalan «Payasito Triste» y «Tachuela» que, día tras día, luchan con la adversidad y buscan mejores días.

De productor de coca pasó a disfrazarse de payaso para sobrevivir

¡Síganme los buenos!

La expresión mundialmente conocida del Chapulín Colorado «¡Síganme los buenos!» llegó ahora a la urbanización Mercedario y la populosa zona de Villa Adela, de El Alto, a través de los hermanos Mamani, Elton, de 34 años, y Oscar, de 36. Ambos, arrinconados por el Covid–19 en la Argentina, regresaron al país después de trabajar en Buenos Aires, de costureros, hasta marzo pasado.

Sin oportunidades de trabajo en Bolivia, los Mamani optaron por disfrazarse de Chapulín Colorado para atraer clientes y comercializar refrescos de pepa de durazno y gelatina.

Los atuendos del personaje más afamado de la televisión mexicana, el Chapulín Colorado, fue replicado casi a la perfección por Elton y Oscar. Para lograrlo, aprovecharon las habilidades de costura que aprendieron y perfeccionaron en la Argentina. Ahora son «Los Chapulines Alteños»

«Por la pandemia nos hemos visto obligados a disfrazarnos. No hay laburo. Tenemos que pensar cómo salir adelante y una forma de hacerlo es hacer reír a la gente, emular personajes de televisión y alegrar el día a niños, mujeres y personas adultas», comenta Elton mientras su hermano gana clientes en el camino y vende gelatinas a Bs 1, imitando las pantomimas del Chapulín.

«Empezamos la faena todos los días a las 11 de la mañana y terminamos pasado las 16.30. El frió de El Alto es nuestro mayor enemigo. Tenemos solo seis horas para trabajar y llevar dinero para comer a la casa y lo hacemos, a pesar de todo», señala Oscar mientras avisa que «mañana será otro día e irá mejor el negocio».

El rango promedio de ingresos que reúnen «Los Chapulines» llega a Bs 180 por día. «Por ahora alcanza para vivir y comer, pero tendremos que ser más imaginativos para ganar más y tenemos la fórmula», adelanta decisiones Elton, mientras se guarda la sorpresa para otro día.