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Exportar más soya dependerá del uso de la agrobiotecnología en la producción: Anapo

La soya es uno de los productos de importante aporte al PIB. (Fotos: Fundacruz)

Por Tania Peñaranda Q. | Activo$ Bolivia – Santa Cruz  

Aun cuando la soya se mantiene como uno de los productos «estrellas» en materia de exportación, los productores aspiran a incrementar su volumen, pero exigen primero contar con las condiciones adecuadas para incrementar su producción, lo que implica usar la biotecnología, según la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo).

De acuerdo con la Anapo, hasta septiembre de 2020 se exportó 568 millones de dólares que representa el 12% de las exportaciones totales y el 45% de las exportaciones no tradicionales.

«No hay posibilidad de incrementar estos volúmenes de exportación hasta que el sector productivo cuente con las condiciones adecuadas para aumentar la producción, como es el acceso al uso de la biotecnología para mejorar nuestra productividad y competitividad», afirma Jaime Hernández, gerente general de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo).

Hernández explica que la soya permite generar en rotación con otros cultivos como el maíz, sorgo, girasol y trigo una producción anual de 4,5 millones de toneladas de estos granos, que representan un valor económico de 2 mil millones de dólares que son distribuidos en toda la cadena productiva, además de generar excedentes para las exportaciones por más de mil millones de dólares anuales.

«La soya tiene un gran potencial de producción en el país, representa uno de los pocos rubros que puede tener un crecimiento y con ello contribuir a la recuperación económica, garantizando la seguridad y soberanía alimentaria del país», sostiene el gerente de Anapo.

Los productores de soya esperan las nuevas políticas para el uso de la agrobiotecnología.
 

Volumen de la producción

Para Gary Antonio Rodríguez, gerente general del Instituto Boliviano de Comercio Exterior Santa Cruz (IBCE), sí existe la posibilidad de incrementar el volumen. Según el Plan de Uso de Suelo, podría duplicarse el área de producción en Santa Cruz, y las posibilidades en el Beni son muchísimas.

Otra forma de incrementar sería contar con semillas genéticamente mejoradas, algo que se puede lograr fácilmente con la agrobiotecnología, para que las plantas sean resistentes al ataque de insectos, tolerantes a la sequía y para un mejor combate a las malezas, con lo que los cultivos —bajo buenas prácticas agrícolas— podrían desarrollarse plenamente y lograr rendimientos hasta 50% superiores al actual, como ocurre en Brasil, Argentina y Paraguay, por citar algunos ejemplos.

Destaca que la producción de soya en Santa Cruz se da un poco más de 1,3 millones de hectáreas (considerando dos campañas, en verano e invierno), dependiendo el volumen de producción y diferentes factores, principalmente el clima, un gran avance, considerando que en 1980 el área de siembra era de apenas 35.000 hectáreas.

Rodríguez afirma que desde 1980 hasta 2019, el departamento de Santa Cruz produjo cerca de 49 millones de toneladas de grano de soya cuya industrialización ha permitido ahorrar al país cientos de millones de dólares por la sustitución de importaciones de aceites y grasas vegetales, con producción nacional, lo que es otra virtud.

Es importante destacar que todo esto no ha sido precisamente «gracias» a buenas políticas públicas, sino «a pesar de» las deficiencias de las mismas que han impedido un mayor desarrollo del sector a lo largo de su trayectoria.

«Para lograr tan importante crecimiento, mucho tuvo que ver el esfuerzo de los agricultores e industriales bolivianos, brasileños, argentinos, japoneses, menonitas, rusos, peruanos, etc., gente de buena fe que vino a trabajar a Bolivia, se quedó en el país e hizo familia en esta tierra», pondera el gerente de IBCE.

El clúster soyero

Gary Rodríguez indica que se puede decir muchas cosas buenas del clúster soyero: la transformación industrial del grano en aceites, torta, harina, lecitina y cascarilla; su conversión de proteína vegetal en proteína animal (pollos, huevos, lácteos, bovinos, porcinos, pescados, etc.); su enorme aporte a la soberanía alimentaria; las buenas prácticas agrícolas con la tecnología de avanzada de la siembra directa para más del 80% del área de cultivo, a fin de proteger la humedad y el humus del suelo; la rotación de cultivos en invierno (maíz, sorgo, girasol, trigo, frejol y otros), como una práctica tecnológica sustentable; el uso de semillas genéticamente mejoradas y la agricultura de precisión para bajar costos, mejorar la productividad y proteger el medio ambiente, etc.

Sin embargo, su mayor beneficio es el social: los ingresos generados para más de 14.000 jefes de hogar, 80% de ellos, pequeños agricultores; 150.000 empleos directos e indirectos del clúster de la soya (semilleras, importadoras de insumos, maquinaria, vehículos), transporte carretero (250.000 viajes/año) y ferroviario, exportadores, agroindustria, centros de acopio e investigación; financiadores, gastronomía, servicios conexos, etc., hacen que un millón de personas dependan del «grano de oro».

Grano de oro
La producción del grano de oro subió desde 52.500 toneladas en 1980 a cerca de 3 millones de toneladas en los últimos años, siendo el sector de mayor peso en la agricultura del país, con un 35% de la superficie cultivada y el 55% de la siembra regional (Santa Cruz), según la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo).
Desde hace años la soya y sus derivados son el principal rubro de exportaciones no tradicionales y el tercero en importancia después del gas y los minerales, es por eso que se lo llama el «grano de oro de Bolivia».