Por Claudia Herbas Flores *
Cuando se habla de turismo en el país, es como hablar de un tema abstracto, impreso sólo en folletería por la falta de impulso y planes de marketing que verdaderamente fortalezcan esta actividad. Un claro ejemplo de ello es la elección que tienen las promociones de los colegios por realizar su viaje al extranjero, donde se encierran en un hotel, en lugar de que las autoridades e instituciones gubernamentales trabajen en una política de estado que cautive a jóvenes y adultos para visitar la infinidad de lugares, ciudades, municipios y cantones que están como un volcán dormido sin explotarlos y disfrutar de su atractivo y riqueza en patrimonio cultural de Bolivia.
Ahora que el país está en la flexibilización de las medidas pospandemia del Covid-19, se necesita reactivar urgentemente la economía naranja y es momento de hacerlo creando innovadoras campañas para que con el próximo gobierno y a partir de la nueva normalidad el 2021, se arranque con varias opciones que generen una alternativa a la rutina de la gente.
Los circuitos turísticos pueden ser la respuesta a esta inquietud y la necesidad de trabajar con espíritu colaborativo para varios sectores de emprendedores que se vieron golpeados duramente por los efectos de la paralización total de actividades de la cuarentena.
Los circuitos turísticos son un conjunto de espacios territoriales que forman una misma oferta de bienes y servicios turísticos. Se trata de un recorrido circular o semicircular que parte de un punto y que cuenta con atractivos y facilidades a lo largo de su ruta. También este concepto es entendido como aquel recorrido turístico con regreso al lugar de inicio, sin pasar dos veces por el mismo sitio.
Cochabamba es una ciudad que podría vivir en parte del turismo por sus características demográficas, con ventajas ante los otros departamentos, en clima, altitud intermedia sobre el nivel del mar, rica gastronomía típica y parajes de flora y fauna propios de esta parte del valle boliviano. Entre los circuitos que podrían impulsarse están: Centro histórico con Iglesias de hace siglos con infinita historia, Quillacollo con la leyenda de religiosa de la Virgen de Urkupiña, Pairumani, su bosque y la Hacienda de Patiño, la ruta gastronómica, el valle alto y el valle bajo con sus encantos coloniales y criollos; Incachaca con su frondoso y húmedo semitrópico clima, el imponente nevado pico del Tunari, cual si fuera un Inca que duerme; Corani y su espejo de agua con densa neblina grisácea; la laguna Turquesa de Millu Mayu de Tarata, etc.
En Bolivia, existen varios circuitos ya establecidos en valles, trópico y altiplano, pero les falta más movimiento de turistas nacionales y extranjeros. Por ejemplo, el salar de Uyuni, un destino que puede incluir otro circuito a su paso como Oruro, departamento que podría generar afluencia extranjera no sólo para su majestuoso carnaval. Eso sí, falta que las autoridades departamentales pongan en orden, adecúen y embellezcan las ciudades en sus calles, avenidas, parques y parajes con servicios que cualquier ciudadano de un mundo moderno y tecnológico exige: acceso a wifi, servicios básicos y una placentera estadía con calidez humana de los lugareños.
Llegar a un turismo sostenible es posible en el país, sólo falta compromiso, voluntad y trabajo en equipo entre autoridades de las instituciones del gobierno central y municipal, pero sobre todo “Actuar”.
*Comunicadora Social e Impulsora de acciones constructivas por la comunidad.