Edwin Carpio San Miguel | Activo$ Bolivia
La miel cochabambina siempre tuvo fama de ser una de las mejores del país. Sin embargo, hoy los apicultores de los valles sienten que su trabajo está quedando rezagado por falta de apoyo. “En el trópico construyeron una de las plantas más grandes de Sudamérica, y en los valles no tenemos ni un centro de acopio”, reclama Ramón Morales López, presidente de la Federación de Apicultores de Cochabamba.
La federación que dirige reúne a más de 5.000 productores distribuidos en 43 municipio; pero la realidad es dura porque para vender su miel deben viajar hasta 9 horas y, aun así, muchas veces no logran colocar ni un kilo. Mientras tanto, los recursos de programas gubernamentales, que supuestamente estaban destinados a fortalecer el sector, nunca llegaron a los valles.
El contraste es grande. Cochabamba, que históricamente lideró la producción nacional, hoy se encuentra en tercer o cuarto lugar, detrás de Tarija y del mismo trópico cochabambino. Para Morales, no se trata de falta de producción, sino de decisiones políticas que frenaron el desarrollo apícola valluno.
Y las oportunidades son enormes. La apicultura no solo se limita a vender miel: los productores buscan abrirse a mercados de jabones, champús, jarabes, cera y propóleo. Este último tiene gran demanda en mercados internacionales como Japón y Europa. “Brasil es líder mundial en exportación de propóleo porque el Estado apoyó a productores y universidades. Nosotros abrimos mercados solos, pero no podemos cubrir la demanda”, afirma Morales.
El Programa Nacional Apícola destinó más de 315 millones de bolivianos en los últimos años, pero los productores aseguran que poco o nada se invirtió en infraestructura para los valles. Incluso de los 86 millones destinados a abrir mercados, la mayoría se fue al subsidio de lactancia, un destino que ya estaba establecido de antemano.
La federación pide transparencia en el uso de esos fondos y una verdadera política para el sector. Con una planta de acopio y transformación en los valles, aseguran que Cochabamba podría recuperar su sitial, generar empleo y consolidar a la apicultura como una de las actividades más sostenibles del país.
Por ahora, la miel de los valles sigue teniendo un sabor especial, pero para los apicultores ese dulzor se mezcla con un dejo amargo de frustración.