
Redacción | Activo$ Bolivia
Muchas veces, es necesario leer entre líneas, sobre todo cuando se trata de temas económicos. Esta semana, la Cámara Nacional de Industrias Oleaginosas de Bolivia (CANIOB) volvió a alzar la voz. Pero, aunque suena como una súplica por apoyo logístico o lucha contra el contrabando, la verdadera demanda al gobierno es que autorice un aumento en el precio del aceite.
La industria dice que sigue cumpliendo. Que el aceite está en las tiendas, que incluso han aumentado la entrega en julio, que hacen malabares para distribuir sin diésel, y que luchan contra la competencia desleal que representa el contrabando a la inversa (ese donde el aceite boliviano se va por debajo hacia países vecinos por ser más barato).
Pero el fondo del reclamo está en otro lado: el precio actual ya no es rentable. No cubre costos. No les permite competir. Y lo dicen de forma que no suenen tan mal: «ajustar el precio de acuerdo con la situación económica del país», «sostenibilidad del sector», «evitar la especulación»; pero, en resumen, lo que dicen es que hay que subir el precio o la cadena productiva del aceite se cae.
“Estamos haciendo esfuerzos extraordinarios para que el aceite llegue a las familias”, dijo Jorge Amantegui, presidente de CANIOB. Pero también advirtió: “Si se mantienen las condiciones actuales, el abastecimiento será insostenible”.
En otras palabras, quieren decir que siguen abasteciendo, pero no por mucho tiempo más si el gobierno no sube el precio.
El acuerdo con el Gobierno –ahora aparentemente en pausa– consistía en que las industrias mantendrían el abastecimiento y el Ejecutivo ayudaría a frenar el contrabando y permitiría ajustes de precios. Lo primero se está cumpliendo. Lo segundo, no tanto.
Y entonces la pregunta es ¿qué pasará cuando ya no se pueda sostener el precio?
Porque la realidad es que, si no se ajusta el precio del aceite (aunque suene impopular), la alternativa podría ser mucho peor: desabastecimiento, mercado negro, y precios disparados por otros medios.