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martes, agosto 19, 2025
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La moda con fuertes raíces de “Hijos de Ramón”

A la der., Fernando Justiniano y Carlos Arauz, creadores de la marca “Hijos de Ramón” y a la izq. uno de sus diseños.

Sandra Arias Lazcano | Activo$ Bolivia

Cuando Carlos Arauz y Fernando Justiniano decidieron unir sus talentos para fundar “Hijos de Ramón”, en 2017, quizás no imaginaban que años después estarían redefiniendo lo que significa el lujo desde una perspectiva profundamente boliviana. Lo que empezó como una propuesta moderna y transgresora en moda masculina, hoy se ha transformado en un proyecto cultural que dialoga con las fibras naturales, el arte popular y la identidad de la mujer latinoamericana.

Del gato Ramón a la identidad cruceña

El nombre “Hijos de Ramón” tiene una historia tan particular como encantadora: viene del nombre de un gato. Sí, un felino que conquistó el corazón de ambos diseñadores y por eso ambos decidieron nombrar así su marca. Pero lo que parecía un guiño informal, terminó sonando a firma europea de alta moda. “La gente pensaba que era una marca española. Nos gustó ese malentendido porque el nombre es fuerte y fue una forma de decir ‘aquí estamos’”, cuenta Carlos.

Moda con alma y con historia

Tras la pandemia, su visión dio un giro profundo. La escasez de materiales importados los empujó a mirar hacia adentro. Comenzaron a trabajar con artesanos de lugares como Paurito, San José de Chiquitos y la comunidad de Santa Rita en Concepción. Allí encontraron no solo fibras como el motacú, el cusi o el jipijapa, sino también historias, técnicas ancestrales y saberes que hoy se reflejan en cada prenda.

“Hijos de Ramón” no sigue las tendencias, las crea. Se inspiran en semillas, flores endémicas como la ceiba camba, raíces y relatos heredados. Carlos lo dice claro: “No diseñamos con base en lo que está de moda. Nuestra identidad siempre está de moda”.

Una prenda, mil sentidos

Cada vestido, cada blusa o accesorio que sale de “Hijos de Ramón” lleva consigo un pedacito de la tierra baja boliviana. Y no es exageración porque muchas de las prendas son pintadas a mano, cuentan con tintes naturales, y tejidos con fibras vegetales recolectadas y procesadas de forma artesanal.

“No hacemos ropa desechable. No es para usar un día y olvidarla. Queremos que cada prenda sea una obra de arte que te acompañe, que genere conversación. Que alguien te pare y te pregunte: ‘¿De dónde es eso?’”, explica Carlos. Esa es la esencia de su propuesta: moda que conecta, que cuenta historias, que tiene alma.

Entre lino, algodón y sueños colectivos

Esta entrevista se realizó a inicios de mayo y Carlos contó que se encontraban desarrollando una colección cápsula para el Día de la Madre. Como en anteriores propuestas, el lino y el algodón fueron los protagonistas, en conjunto con técnicas de teñido artesanal. “No hacemos colecciones grandes, sino pequeñas ediciones con mucha intención. Y siempre en colaboración con mujeres artesanas, sobre todo ahora con la comunidad de Santa Rita”, comentaba.

Aunque no se definen como una marca cara, tampoco entran en la categoría de moda rápida. “Nuestro precio es justo. No es carísimo, pero tampoco regalado. Pagamos lo que corresponde al artesano. La prenda que compras cuenta una historia y tiene un valor real”, asegura Carlos.

Una propuesta que trasciende fronteras

Aunque nacida en Santa Cruz, la marca tiene clientas en República Dominicana, Miami, Asunción y México. “Nuestra ropa está pensada para climas cálidos. La mujer que vestimos es fresca, alegre y colorida, muy conectada con la estética tropical de Latinoamérica”, dice Carlos Arauz.

El desafío, sin embargo, ha sido cultural. “Al principio costaba que la gente confíe en una marca nacional. Hay una idea errónea de que lo caro o lujoso tiene que venir de afuera. Nosotros creemos que el verdadero lujo es el trabajo manual, la pieza única, lo hecho con raíces y manos bolivianas”.

Moda que también viste casas

Lo interesante de “Hijos de Ramón” es que no solo visten cuerpos, sino también hogares. Fernando Justiniano, artista plástico y diseñador de interiores, se encarga de desarrollar piezas decorativas, cuadros y objetos que comparten la misma filosofía: lo natural, lo orgánico y lo identitario. Así, la marca se convierte en un universo estético completo que celebra lo cruceño desde múltiples frentes.

Educación, arte y un futuro colectivo

Carlos Arauz, además de diseñador, es docente. Ha trabajado con instituciones como el Centro para la Participación y el Desarrollo Humano Sostenible (CEPAD) para capacitar a artesanos en pueblos de la Chiquitania. Su visión va más allá de la moda: “No es solo vestir bonito, es también empoderar, enseñar, compartir. Queremos que más personas conozcan lo hecho en Bolivia, que consuman café, chocolate, arte, ropa, todo de aquí”.

Su formación es tan híbrida como su marca. Es químico industrial de base, luego estudió Diseño de Modas, y ahora está cursando Relaciones Internacionales para proyectar aún más la identidad regional. “Queremos llevar la moda boliviana al mundo, pero sin perder lo nuestro. Al contrario, haciéndolo visible”.

¿Y el futuro?

Lo ven colaborativo, con más espacio para nuevos diseñadores, pero también con un público más consciente. “La gente tiene que valorar lo hecho a mano, lo que tiene historia, lo que nos conecta con nuestras raíces. Hay que animarse a consumir arte local, moda local, identidad local”.

“Hijos de Ramón” no es solo una casa de modas. Es un manifiesto viviente de que el lujo puede provenir de la ceiba camba, sentirse como el algodón teñido a mano, y contar historias de abuelas que cosían su ropa de bolsas de harina. Es una oda a lo cruceño, tejida con arte, pasión y mucha, pero mucha identidad.

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