Redacción | Activo$ Bolivia
Muy informalmente, podríamos decir: “la fiesta económica se acaba cuando la gente deja de gastar, las empresas dejan de invertir y los precios internos se vuelven más duros de tragar”. En términos técnicos, una recesión es una caída sostenida del Producto Interno Bruto (PIB) real, es decir, ajustado por inflación, durante al menos dos trimestres consecutivos.
En ese escenario, se observa contracción de la demanda interna (menos consumo, menos inversión), caída de exportaciones, aumento del desempleo y presión sobre las finanzas públicas.
En mercados emergentes o pequeños como el boliviano, la exposición a choques externos (precio de materias primas, tasas de interés internacionales, flujos de capital) acelera el efecto negativo.
Según las últimas estimaciones del Banco Mundial, Bolivia podría entrar en recesión en los próximos años. Las proyecciones sugieren caídas de –0,50 % en 2025 y –1,10 % en 2026, así que más que “posible” es ya un riesgo latente.
Qué efectos esperar y con qué intensidad
Aquí van algunas “leyes de la física económica” que aplican (con matices) cuando el país se desliza hacia atrás:
1. Menos empleo y más informalidad
Cuando la demanda cae, sectores intensivos en mano de obra (como comercio, servicios, construcción) son los primeros en sentir el golpe. Empresas medianas o pequeñas recortan personal, mientras que muchas personas se vuelcan a empleos informales o de sobrevivencia.
2. Caída de ingresos fiscales y estrés en las cuentas del Estado
Menos producción, menos ventas, menos utilidades y, por tanto, menos impuestos recaudados. Al mismo tiempo, las obligaciones del Estado (salarios, subsidios, deudas) permanecen. Esto genera presión para aumentar deuda, recortar gasto o subir impuestos, lo cual puede agravar la recesión si no se maneja bien.
3. Restricción del crédito y costo financiero elevado
En momentos de crisis, los bancos se vuelven más cautelosos. Suben las tasas de interés, se endurecen los criterios de acceso, se reducen los plazos. Las empresas que dependen del crédito para capital de operación lo sufren más fuerte.
4. Desvalorización cambiaria y fuga de capitales
En países con monedas menos confiables, se intensifica la demanda de moneda fuerte (dólares, euros). Si las reservas de divisas no son robustas, se genera depreciación, inflación importada y tensión en la balanza de pagos.
5. Aumento de la pobreza y desigualdad
Los más vulnerables (sectores de bajos ingresos, poblaciones rurales, trabajadores informales) son los primero golpeados. Puede aumentar la pobreza, empeorar el acceso a servicios, retrasar mejora social.
6. Efectos de retroalimentación negativa
Una recesión por sí sola genera dudas: los empresarios postergan inversiones, los consumidores retraen gasto, la confianza se enferma. Esto puede convertir una caída leve en algo más profundo.
¿Por qué el riesgo es real para Bolivia?
Observando el vaivén boliviano, hay algunas razones adicionales que hacen pensar a los expertos que es más probable que una recesión en el país sea más dolorosa:
- Bolivia tiene alta dependencia del gas natural y recursos: cuando bajan los precios internacionales o la producción no cubre expectativas, los ingresos externos caen.
- Las reservas internacionales no están sobradas: no hay colchón ilimitado para defender la moneda o sostener importaciones en momentos de stress.
- Muchas empresas operan en el segmento informal o con baja escala productiva, lo que las hace más vulnerables a shocks de demanda o financiamiento.
- El Estado tiene compromisos rígidos (subsidios, salarios, deuda) que limitan su margen de maniobra en situaciones críticas.
- Los choques externos (subidas de tasas en EE. UU., caída de demanda de commodities, inestabilidad global) pueden “apretar” aún más a economías pequeñas conectadas al mundo.
Ya se ven algunas señales como la escasez de dólares (o reservas disminuidas), presión en importaciones, inflación al alza y dificultades para mantener subsidios energéticos.
¿Qué puede y debe hacer Bolivia para amortiguar el golpe?
No todo está perdido: hay estrategias, correcciones y pinceladas de política inteligente que pueden marcar la diferencia:
- Consolidación fiscal cuidadosa
No significa recortes generalizados, sino priorizar gasto productivo, revisar subsidios, mejorar la eficiencia del Estado. Evitar que el ajuste recaiga únicamente sobre lo más débil. - Diversificación productiva
Apostar por sectores menos volátiles que el gas o los minerales, promover manufactura liviana, agroindustria, innovación local. Esto reduce la dependencia de un solo motor externo. - Fortalecimiento de las reservas y acceso a financiamiento externo
Preparar líneas de crédito, acuerdos con organismos multilaterales y mantener a raya el déficit externo. - Políticas de protección social focalizadas
Para no dejar desbordada a la población más vulnerable, se requiere apoyar, con eficiencia, con programas sociales, transferencias y empleo público temporal, evitando el despilfarro. - Incentivos al sector privado
Facilitar crédito productivo, reducir barreras burocráticas, promover inversiones (internas y extranjeras) con garantías y previsibilidad. - Comunicación clara y confianza institucional
Una de las claves en crisis es mantener estabilidad política y seguridad jurídica: eso ayuda a conservar la inversión, evitar fuga de activos y sostener expectativas mínimas.
Hay que actuar a tiempo
Entrar en recesión no es un destino fatal, pero es una advertencia seria. Es como el aviso de “se bajó la presión” en el motor. Bolivia hoy tiene señales de que podría encaminarse hacia esa zona de peligro y las proyecciones internacionales no son optimistas al respecto.
Lo bueno es que las herramientas están ahí: estructura económica, instituciones, margen de política, actores sociales. Lo malo es que, si no se actúa con anticipación, la recesión puede autoalimentarse y crear daños que tardan años en deshacerse.
Así que no hay que esperar que la tormenta nos sorprenda. Hay que diseñar el paraguas con ideas, cambios estructurales y coraje político. Bolivia puede salir de esto si se mueve con claridad y rapidez; pero eso está en manos del próximo gobierno.