
Redacción | Activo$ Bolivia
Los autos eléctricos llegaron con promesas de aire limpio, tecnología de punta y una conducción casi silenciosa. Pero en Bolivia, la pregunta es si pueden realmente conquistar las calles o si todavía nos queda camino por recorrer (en un motor a gasolina).
El precio de soñar limpio
Primero lo evidente: los autos eléctricos son caros. Aunque marcas chinas como BYD, JAC o Changan ya tienen modelos más accesibles, un auto eléctrico no es barato. Por ejemplo, el Nexus de 5 puertas de Quantum fue presentado, en 2024, a un precio de 14.500 dólares y hay otros vehículos compactos que superan los 25.000 dólares, lo que los pone fuera del alcance del grueso de la población en Bolivia. En un país donde el auto usado sigue siendo el rey, eso ya es una barrera alta.
Barato cargar, difícil encontrar dónde
Una de las grandes ventajas es el costo de la recarga. Según datos de ENDE, llenar la batería de un auto eléctrico cuesta entre Bs 20 y Bs 30, dependiendo del modelo. Una ganga comparada con llenar el tanque de gasolina. Pero ¿dónde se carga?
Actualmente, los puntos de carga pública en Bolivia son escasos. Hasta diciembre de 2024, según datos de ENDE, había 14 electrolineras en el país y están concentrados en áreas urbanas de ciudades como La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y Sucre. Pero ni siquiera ahí es fácil encontrarlos. ¿Y si sales de viaje? Buena suerte buscando un cargador entre Oruro y Potosí. Y por si fuera poco: no todas funcionan o están disponibles como lo están los surtidores de combustible.
Hábitos que todavía no encajan
Otro tema es el chip cultural. Muchos conductores bolivianos todavía prefieren vehículos grandes, potentes y que puedan “aguantar trancaderas, caminos de tierra y viajes largos sin drama”. Y el miedo a quedarse sin carga en medio de la nada es real.
El uso de los vehículos eléctricos ha aumentado en los últimos años; pero todavía hay susceptibilidad sobre su conveniencia. Aspectos como velocidad, fuerza, duración y seguridad, son los que generan dudas entre los usuarios.
Además, hay una gran dependencia de autos a gasolina y diésel, en parte porque el Estado los subvenciona. Esta subvención hace que la diferencia económica entre un auto eléctrico y uno a combustión interna no sea tan clara en el bolsillo del usuario promedio.
Hay voluntad, pero falta infraestructura
El gobierno ha dado algunas señales de querer impulsar el cambio, como la instalación de electrolineras piloto y exenciones arancelarias a autos eléctricos. Sin embargo, aún no existe un plan nacional claro para construir una red de carga robusta ni incentivos fuertes para que el ciudadano común se anime a dar el salto.
También hace falta mano de obra especializada para reparar y mantener estos vehículos, algo que muchos talleres aún no están preparados para enfrentar.
¿Entonces, se puede?
Masificar el uso de autos eléctricos en Bolivia no es algo que se pueda lograr a corto plazo. Se necesita una política integral que incentive su compra, construya infraestructura, capacite técnicos y cambie hábitos. Por ahora, es más un lujo ecológico que una alternativa real para la mayoría.
Mientras tanto, seguiremos soñando con autos que no hacen ruido y no contaminan… pero seguiremos llenando el tanque.