Edwin Carpio San Miguel | Activo$ Bolivia
Durante años, cuando alguien decía “Cochabamba, granero de Bolivia”, todos pensábamos en el valle fértil, en la papa, el maíz, las frutas y la abundancia de alimentos que producía el valle qochala. Pero esa etiqueta empieza a quedar en el pasado. Hoy, según el economista e investigador Santiago Laserna, miembro asociado y director del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES), la historia va por otro lado porque Cochabamba se perfila como el motor creativo de Bolivia.
Y ojo, no es solo un discurso optimista. El cambio ya se siente. Ahora el protagonismo no está tanto en la tierra, sino en el capital humano y Laserna cita la producción de software, call centers, diseño gráfico, servicios remotos, todo eso que se construye con talento, ideas y computadoras. Empresas como Jalasoft ya abrieron el camino mostrando que desde el valle se pueden crear soluciones digitales con alcance internacional.
Pero la transformación no se queda ahí. El experto afirma que educación y salud se suman como sectores estratégicos. Universidades que atraen estudiantes de países vecinos, clínicas y hospitales que reciben pacientes extranjeros en busca de tratamientos de calidad a precios competitivos. Ya no se trata solo de turismo, sino de exportar servicios de alto nivel.
Además, la movida cultural y creativa de la ciudad empuja con fuerza: arquitectura, gastronomía, moda, artesanía, deportes y toda esa vibra innovadora que no depende de grandes capitales, sino de la capacidad de inventar cosas nuevas. De hecho, Cercado (la ciudad capital) es el primer municipio del país con una ley de economía creativa, aunque todavía le falta un marco más sólido para ser realmente disruptiva.
Claro, no todo es color de rosa. Laserna advierte que el gran reto está en las políticas públicas. Demasiada burocracia, rigidez laboral y costos de arranque altos frenan a muchos emprendedores. Para consolidar esta transición, Cochabamba necesita más flexibilidad, mejor infraestructura tecnológica y aprovechar al máximo su ubicación en el corazón del país.
Así que el viejo eslogan de “granero de Bolivia” se queda chico. Hoy, Cochabamba ya no es sólo el segundo mayor productor de alimentos del país, también “alimenta” con ideas, talento y cultura. El reto está en dar forma real a esa nueva narrativa: la de un valle que ya no solo produce cosechas, sino conocimiento.