Edwin Carpio San Miguel | Activo$ Bolivia
Por más de 26 años, la salteñería “El Horno” ha sido un referente en Cochabamba, conquistando paladares con su inconfundible sabor y recetas que respetan la tradición. Sin embargo, el negocio familiar atraviesa una etapa de transición tras el fallecimiento de su fundadora, doña Isabel Rojas Zurita. Su hijo, John Amaya Rojas, asume el reto de llevar adelante el legado gastronómico con una visión renovada.
“La salteña debe ser el producto que mayor competencia genera en nuestro medio. Sin embargo, nuestro sabor tradicional es algo que no negocia el buen paladar cochabambino”, afirma Amaya, quien ahora lidera la empresa con el desafío de modernizarla sin alterar la esencia de su producto estrella.
Una nueva estrategia
Durante los últimos diez años, “El Horno” operó bajo la administración de doña Isabel con un enfoque más conservador. Ahora, John Amaya busca darle un giro, fortaleciendo la marca a través de estrategias de marketing y optimizando los procesos de producción para incrementar su alcance.
“La empresa se manejó de forma empírica y eso funcionó bien. Pero sabemos que hay un potencial enorme por desarrollar”, explica Amaya, quien apuesta por herramientas digitales para mejorar la comercialización y posicionamiento del negocio.
Historia y sabor auténtico
Si hay algo que distingue a “El Horno” es su inquebrantable compromiso con la calidad. Su salteña mantiene la tradición de usar insumos naturales, sin colorantes ni aditivos artificiales. Un detalle que resalta es el uso de gelatina de pata de res para el tuco, técnica que resguarda el sabor y textura original.
Esta fidelidad a la receta es parte de la identidad de la empresa y el pilar sobre el que se construirá la nueva etapa del negocio. “No se trata de cambiar lo que nos ha hecho únicos, sino de potenciarlo”, asegura Amaya.
Creciendo con la firmeza de su raíz
Formalmente, “El Horno” nació en 1999, pero sus raíces se remontan a un modesto snack fundado años antes por Isabel Rojas y su esposo, Hugo Amaya Calderón. El negocio comenzó en un pequeño local de la calle Jordán, donde la pareja vendía masitas y salteñas, cocidas en un horno de barro que inspiró el nombre del emprendimiento.
Desde entonces, el negocio creció y hoy cuenta con dos sucursales: una en el centro de la ciudad, en la calle Ladislao Cabrera, y otra en la zona norte, en la calle Aniceto Padilla.
Con una combinación de historia, tradición y visión de futuro, “El Horno” se prepara para un nuevo capítulo. La misión es clara: mantener el sabor de siempre, pero con un enfoque empresarial que garantice su permanencia en el competitivo mercado de las salteñas.