Edwin Carpio San Miguel | Activo$ Bolivia

Disfrutar de una carne a la parrilla, acompañada de una altiva colección de selectos vinos, es la experiencia que ofrece Pinchos Parrilla, un digno embajador del sabor boliviano.

¿Cuál es el elemento diferenciador de este restaurante? “Es toda una experiencia”, afirma con orgullo Juan Pablo Mejía Saucedo, el joven emprendedor que lo concibió y que puede dar fe de la calidad de su producto y toda su cadena de valor.

Quien saborea las carnes asadas en este restaurante no sabe que provienen de ganado criado en las vastas y ricas tierras del Beni -en el oriente boliviano- desde donde se trasladan a Santa Cruz. Allí se completa el proceso de engorde y luego se realiza el faenado a campo abierto y natural.

Mejía realiza una selección de lo mejor de los vinos bolivianos de altura para el restaurante, ubicado en La Recoleta de Cochabamba, y especialmente de la carne boliviana, que aún es privilegiadamente orgánica, muchísimo más natural que en los países industrializados, donde ya no se siente el sabor original de este alimento.

Pinchos Parrilla te espera en La Recoleta, en la zona norte de Cochabamba.

De la ingeniería a la cría de ganado

Dejando su natal Cochabamba, ingeniero civil de profesión, Mejía comenzó una nueva vida en el Beni junto a su esposa. Trabajó por un corto tiempo en una institución pública, pero luego incursionó en la ganadería, pese a que no tenía experiencia.

Recorrió las extensas llanuras llevando ganado hasta Santa Cruz y conoció de cerca el oficio del faenado. Entonces, el destino tocó a su puerta y se vio obligado a retornar a Cochabamba.

En La Llajta, fue recontratado en la empresa constructora donde inicialmente trabajaba; sin embargo, volvió a renunciar pues no estaba dispuesto a abandonar a su familia para ir a trabajar lejos, en campamento, y menos con la llegada de un nuevo miembro a la familia.

Tenía dinero ahorrado, así que Juan Pablo apostó por emprender y lo hizo preparando carne en pinchos, un bocadillo simple para vender en la calle. Sin ninguna experiencia, se lanzó a la calle y asentó su parrilla cerca de la Universidad Católica y más tarde en un par de plazas de comida.

Su emprendimiento fue bautizado como Pinchos y después decidió convertirlo en una churrasquería. Para hacerlo viajó a capacitarse durante 21 días en un restaurante del barrio de Núñez, en Buenos Aires (la meca de la carne a la parrilla), donde aprendió todo sobre el oficio. Con esa experiencia, abrió su restaurante en plena pandemia y junto a su equipo trabajaban haciendo delivery.

A tres años de la apertura del restaurante y cinco de haber emprendido, Pinchos Parrilla es hoy una coqueta churrasquería donde se ofrece un exquisito asado boliviano con carne madurada y preparada solo con sal.

Es un restaurante de gente muy amable donde se ofrecen vinos bolivianos de las mejores bodegas del país que “hacen la corte” a su asado; ese generoso producto que, sin imaginar, conoció en pie, como ganado, en las llanuras del Beni.

Fueron los caminos de la vida los que llevaron a este joven, hoy de 39 años, a emprender con éxito, motivado por el deseo de trabajar donde pudiera mantenerse cerca de su familia.

Cuando Pinchos era un pequeño emprendimiento, años atrás.