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martes, marzo 25, 2025
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Inversión pública a media máquina

Imagen de archivo. (Foto: ABI)

Redacción | Activo$ Bolivia

Si la inversión pública fuera un motor, Bolivia estaría funcionando con sólo la mitad de su capacidad. Según el informe de “Rendición Pública de Cuentas Final – Gestión 2024” del Ministerio de Planificación del Desarrollo, el país ejecutó apenas el 50% de su presupuesto vigente para inversión pública. De los $us. 4.841 millones previstos, solo se gastaron $us. 2.430 millones.

Según el análisis del economista Luis Fernando Romero, si se toma en cuenta el presupuesto aprobado inicialmente, de $us. 4.274 millones, el porcentaje sube al 57%, pero sigue siendo menor al 66% de ejecución logrado en 2023. Además, el monto total invertido cayó en un 9% respecto al año anterior, lo que significa menos infraestructura, menos apoyo al sector productivo y menos dinamismo económico.

¿Dónde se gastó y dónde no?

La ejecución presupuestaria fue baja en casi todos los sectores y los datos ofrecidos por el Gobierno muestran el siguiente panorama:
Sector productivo: Solo se ejecutó el 39% del presupuesto.
Sector social (salud, educación, etc.): Alcanzó un 56%.
Infraestructura: El mejor desempeño, con un 70% de ejecución.
Multisectorial: Llegó al 50%.

Romero señala que es claro que una menor inversión pública impacta directamente en el crecimiento económico, la inversión privada y la generación de empleo. En un país donde el modelo económico depende del gasto estatal y el mercado interno, este freno se siente en todos los niveles.

¿Ahorro o crisis?

¿Por qué Bolivia está gastando menos en inversión pública? Romero dice que respuesta estaría en la falta de liquidez del sector público y la caída de los ingresos hidrocarburíferos, que desde hace años vienen en picada. En lugar de buscar financiamiento externo o presionar más el déficit fiscal (que en 2023 ya fue del 12% del PIB), el Gobierno optó por una política de inversión “austera”.

Pero este recorte tiene consecuencias y es que, con una economía ya debilitada, menos inversión pública significa menos obras, menos contratos para empresas y menos dinero circulando. Además, hay dudas sobre si en 2025 la historia se repetirá, sacrificando nuevamente la inversión para cubrir el déficit fiscal o incluso desviando fondos al gasto corriente.

Menos inversión pública puede parecer una solución temporal para evitar que el déficit se dispare aún más; pero a largo plazo, el riesgo es claro: sin crecimiento, no hay economía que aguante.

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