
Edwin Carpio San Miguel | Activo$ Bolivia
El maíz blanco del valle alto de Cochabamba es más que un simple producto agrícola: es una joya genética con reconocimiento mundial. Mientras países como Estados Unidos lo han resguardado y potenciado en bancos de germoplasma, Bolivia aún no le ha dado la atención que merece.
Raúl Taborga, ingeniero agrícola y exconsultor internacional, recuerda que, durante el gobierno de Jimmy Carter, el secretario de Agricultura de EE.UU. viajó a Bolivia, realizó un estudio y se llevó una importante cantidad de este maíz. ¿El destino? No fue el consumo, sino su integración a bancos de germoplasma, donde ha sido analizado y mejorado para diferentes climas y usos.
El valle alto de Cochabamba, en especial Cliza, es famoso por la calidad de su maíz, gracias a suelos ricos en minerales que producen un grano con alto contenido proteico y almidón. Sin embargo, el departamento dejó de ser el granero de Bolivia con la expansión de la frontera agrícola en Santa Cruz, que hoy aporta el 70% de la producción nacional.
Para Taborga, Cochabamba aún tiene un potencial desaprovechado. En lugar de competir en volumen con Santa Cruz, podría convertirse en un semillero de alta calidad, exportando semillas certificadas con valor agregado. No obstante, para que Bolivia aproveche esta riqueza agrícola, es clave desarrollar una política de investigación, certificación y exportación.
«Sin una visión estratégica, recursos como el maíz blanco seguirán beneficiando más a otros países que a su propio lugar de origen», advierte Taborga. Y mientras tanto, este tesoro cochabambino sigue esperando su momento de brillar en casa.