Redacción | Activo$ Bolivia
Andrew Carnegie, aquel niño pobre, hijo de un tejedor y proveniente de un pueblito escocés, realizó muchos oficios desde pequeño, entre ellos lustrar zapatos o hacer mensajería. Pese a su precaria condición, supo labrar una vida de constante progreso hasta convertirse en un reconocido magnate de su época. A continuación, se resumen 11 consejos de Carnegie, que fue calificado en su tiempo como el “Rey del Acero” en Estados Unidos.
ABANDONA LA PEREZA
La flojera es enemiga del progreso. Carnegie había desempeñado muchos trabajos desde corta edad y nunca se cruzó de brazos. Siendo joven trabajó como mensajero y para ello tuvo que memorizar rostros, nombres de muchos clientes y la dirección de muchas oficinas. La entrega de telegramas fue un buen punto de partida.
CONSTRUYE RELACIONES
Como mensajero, Andrew logró relacionarse con mucha gente, empresarios, ministros y políticos a los que frecuentaba. El magnate solía decir que para generar negocios uno debe construir una red con gente de negocios, algo que hacía desde joven y que supo aprovechar más adelante.
DEBES LEER
Gracias a la influencia de su tío, Andrew cultivó el hábito de la lectura. En su tiempo libre iba a la biblioteca, donde aprendió a ser autodidacta. Leer ayuda mucho, decía, pues en los libros se plasma toda la vida de un escritor, lo que permite aprender mucho sobre negocios, dinero, inversiones, lecciones de vida, crecimiento personal, etc. Crear el hábito de la lectura es una ventaja y ayuda a ser educado y distinguido con la gente, algo que Andrew cultivó.
ASÓCIATE CON LOS GRANDES
Para llegar lejos, uno debe ser socio de alguien más grande, sin importar que se tenga la mínima participación accionaria, decía Carnegie. Lo importante es aprender del más grande y más sabio y, bajo esa premisa, el joven mensajero se unió a Thomas Scott quien fuera su mentor y quien lo contrató como su secretario y telegrafista. Buscar a una persona más inteligente y con mayor experiencia acelera el progreso.
ASCIENDE Y CRECE
Gracias a la oportunidad brindada por Thomas Scott, Carnegie se propuso ayudar a otros jóvenes si lograba amasar una fortuna, pero para eso tenía que seguir preparándose, ya que no tenía maestros. Andrew sabía que debía capacitarse para ascender y para no ser invisible. Fruto de su empeño fue nombrado superintendente y demostró estar a la altura del puesto.
INVIERTE
Viendo las cualidades de Carnegie, Scott hizo que invierta 600 dólares en Adam Express, una empresa dedicada al transporte de carga. Esa operación le reportó ganancias que invirtió en la Pensilvania Raildorad Company, dedicada a la construcción de vagones de carga. El retorno de esa inversión lo convirtió en accionista de esa empresa.
SÉ DUEÑO DE UNA COMPAÑÍA
Gracias a su mentor, Carnegie conoció el negocio de la construcción y en poco tiempo creó la American Carnegie Steel Company, un negocio ligado a la metalurgia y la fundición de metales.
ACUMULA CAPITAL
El dinero genera dinero. “Si quieres amasar fortuna debes comenzar a amasar capital para invertir”, aconsejaba el acaudalado, recomendando ser disciplinado y no malgastar el dinero.
APRENDE ADMINISTRACIÓN
Saber administrar es fundamental para lograr el éxito financiero, repetía Carnegie y consideraba imprescindible conocer los principios del manejo financiero de los negocios para multiplicar el dinero.
APROVECHA LAS OPORTUNIDADES
Durante la segunda mitad del siglo XIX estalló la Guerra de Secesión, generando la demanda de productos de hierro como cañones, corazas y otros equipos pesados, con lo cual el metalurgista hizo crecer su fortuna.
SÉ INNOVADOR
Para que tu negocio crezca, debes innovar. Gracias al empleo del acero en la construcción, Carnegie modernizó la infraestructura de toda la nación norteamericana. En 1865 y a sus 30 años de edad, Andrew renunció a su empleo y creó una compañía dedicada a la construcción de puentes de hierro. Para 1880 y contando con 45 años, Andrew pasó a convertirse en el hombre con la fortuna más grande en todo Estados Unidos.