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domingo, junio 1, 2025
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Turismo vs. Litio: la riqueza de Bolivia no está bajo tierra, sino a cielo abierto

Producir litio demanda un uso descomunal de agua ¡hasta 80 mil millones de litros al año! (Foto: ABI)

Edwin Carpio San Miguel | Activo$ Bolivia

Porque, seamos honestos, la fiebre por este “oro blanco” está dejando una huella profunda en el altiplano boliviano. Y no es una metáfora. Solo para producir una tonelada de litio se necesitan hasta dos millones de litros de agua. Sí, leíste bien: dos millones. Multiplica eso por las 40.000 toneladas anuales que el gobierno proyecta producir y tenemos un panorama brutal: 80 mil millones de litros de agua al año. En un ecosistema como el del Salar de Uyuni, eso es una receta para el desastre.

Ya lo advirtió Vivian Lagrava, coordinadora del Observatorio de Salares Andinos: “Ya hay un déficit hídrico alrededor del salar”. Y no es solo una opinión. Investigaciones de la Universidad Tomás Frías muestran que las actuales operaciones en zonas como San Jerónimo, Julaca y Vilama están extrayendo agua dulce y salobre, destruyendo ecosistemas que tardaron milenios en formarse. Y todo esto, sin haber hecho una consulta previa con las comunidades —algo que exige el Acuerdo de Escazú que, por cierto, Bolivia firmó.

Entonces, ¿por qué no mirar hacia el turismo como alternativa real y sostenible?

Mientras el litio se lleva el agua, los bofedales, las lagunas, la quinua y el futuro de cientos de comunidades indígenas, el turismo ofrece una vía distinta: una que no agota recursos, que genera empleos locales, que fortalece la identidad cultural y que valora el territorio en lugar de arrasarlo.

Mira Uyuni, tiene una infraestructura mínima; pero ya es una joya mundial del turismo. Ahora imagina si Bolivia invirtiera en serio en capacitar guías locales, mejorar accesos, cuidar sus paisajes y contar sus historias. El turismo no solo daría plata, también daría dignidad, pertenencia y futuro.

Miguel Miranda, del CEDIB, ilustra claramente lo que pasa cuando dice que Bolivia entró en la carrera del litio “en las peores condiciones posibles”; sin estudios serios del subsuelo, sin participación científica y con opacidad en los contratos. ¿Así queremos construir desarrollo?

Y ojo, como remarca Lagrava, esto no es solo un tema ambiental o económico: es geopolítico. La pugna por el litio boliviano es un pulso entre China y Estados Unidos, entre el bloque BRICS y Occidente. ¿Vamos a hipotecar nuestra agua —nuestra vida— por intereses ajenos?

Al final, lo que está en juego no es solo un modelo económico, sino qué tipo de país queremos ser. ¿Uno que repita el viejo guion del saqueo de recursos, o uno que apuesta por su gente, su tierra y su futuro?

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