
Redacción | Activo$ Bolivia
Ya en 2013, comenzaron a sonar algunas alarmas sobre la declinación del gas y una de ellas provino de Álvaro Ríos, exministro de Hidrocarburos y socio director de Gas Energy Latin América. En aquella época, advirtió que los megacampos de gas en Bolivia, aquellos descubiertos en los años noventa por los llamados gobiernos neoliberales, comenzarían a declinar después de 2015.
Ríos alertaba a quien quisiera escuchar que, sin nuevos incentivos para la exploración, sin seguridad jurídica y con una ley de hidrocarburos obsoleta, el país pasaría de exportador a importador de energía. Nadie escuchó. Y aquí estamos.
Hoy, Bolivia vive lo que muchos llaman un desastre energético. La producción de gas se desploma, los líquidos escasean y YPFB, la empresa más grande y emblemática del país, está al borde del colapso. Sin dólares, con plantas operando a media máquina, deudas por todos lados y una estructura sindical rígida, YPFB agoniza.
Ríos señala que el modelo estatista que centralizó toda la cadena de hidrocarburos bajo el control del Estado terminó generando el efecto contrario: una empresa sin gobernanza, politizada y víctima de su propio gigantismo. Durante años se repitieron frases triunfalistas como: “Bolivia, corazón energético de Sudamérica”, “un mar de gas” o “YPFB, la fuerza que mueve Bolivia”; pero la realidad siempre fue otra porque sin exploración, no hay futuro energético.
Hoy, YPFB ni siquiera tiene divisas para importar combustibles, y el Estado tampoco tiene recursos para seguir cubriendo ese déficit. Ríos dice que la situación es crítica y requiere decisiones drásticas, no discursos.
Por eso, su propuesta es clara:
1️⃣ Parar todas las inversiones innecesarias y concentrarse solo en mantener operativas las unidades esenciales: refinerías, redes de gas, poliductos, gasoductos y almacenamiento.
2️⃣ Auditoría internacional urgente (financiera, operativa y técnica) para conocer el verdadero estado de cada unidad y certificar las reservas probadas del país.
3️⃣ Reestructurar YPFB como un holding, donde la empresa madre agrupe a sus filiales y permita la creación de subsidiarias mixtas con inversión privada, nacional o extranjera. Así, cada unidad podría operar con eficiencia y rentabilidad, sin necesidad de privatizar.
La advertencia final que hace Ríos es contundente y es que mantener a YPFB como está será otra tragedia energética. Bolivia necesita una empresa moderna, eficiente y transparente, capaz de generar energía y no crisis.
El reloj corre y el país no puede seguir esperando que el gas que ya no existe resuelva los problemas de hoy.