
Redacción | Activo$ Bolivia
En 2024, el sector turístico boliviano ya dio señales claras de recuperación porque el país recibió cerca de 984.000 visitantes extranjeros, quienes dejaron unos $us 736,6 millones en divisas, según datos oficiales.
Y aunque ese número sorprende, lo más importante es la trayectoria ascendente, ya que de apenas $us 190 millones en 2021 (en plena pospandemia) subió casi 550 millones en tres años; una clara prueba de que hay demanda y que Bolivia empieza a ser mirada por viajeros de todo el mundo.
Pero no se trata solo de recuperar niveles prepandemia, sino de pensar en grande, a mediano y largo plazo.
Según un reciente plan presentado por la Mesa Ejecutiva de Turismo, que es un grupo de representantes del sector turístico boliviano que trabaja para fortalecer la industria, propone políticas y estrategias de desarrollo, y busca eliminar trabas burocráticas para reactivarla económicamente, si se implementan seis ejes estratégicos (promoción internacional, conectividad, capacitación, innovación, alianzas público-privadas, institucionalidad formal), el turismo podría generar hasta $us 3.000 millones anuales y 300.000 empleos hasta 2030.
Esa cifra ya no suena a sueño lejano, sino a horizonte plausible. Si logramos consolidar esa proyección, estaríamos hablando de una transformación estructural para la economía boliviana.
Más allá de dólares, Bolivia lograría una nueva economía centrada en cultura, identidad y valor agregado, afirma el economista Gonzalo Villegas.

Señala que lo más atractivo de esta apuesta no es solo el ingreso de divisas porque, un ministerio de Turismo, bien diseñado, puede ser la piedra angular de lo que se ha llamado “economía naranja”: una economía donde la creatividad, la cultura, la gastronomía, el patrimonio, la biodiversidad y el conocimiento local se transforman en bienes y servicios de alto valor, capaces de competir globalmente.
Imaginemos: Bolivia posicionada como destino turístico de clase mundial, reconocida por gastronomía andina, rutas culturales, ecoturismo, turismo comunitario, experiencias únicas. Con esa reputación, no solo vendemos un pasaje, vendemos identidad; no solo recibimos turistas, atraemos inversión, emprendimientos, innovación social.
Además, este enfoque podría impulsar cadenas productivas enteras en hotelería, transporte, artesanía, gastronomía, guías especializados, emprendimientos culturales, generando empleo digno, sobre todo en comunidades rurales o fuera de los centros urbanos tradicionales.
Desafíos
Todo esto suena prometedor, pero no ocurrirá automáticamente. Que un ministerio exista no garantiza resultados, lo que necesita es el equipo técnico, la visión estratégica, la constancia, la coordinación público-privada y una apuesta real al largo plazo. Como dice Villegas, se requiere claridad para transformar expectativas en impacto concreto.
Este nuevo impulso al turismo exige:
- Infraestructura adecuada (carreteras, conectividad, servicios básicos)
- Calidad y profesionalización del servicio turístico.
- Promoción internacional constante.
- Estrategias de sostenibilidad cultural, ambiental y social.
- Políticas que fortalezcan a comunidades locales, artesanos, productores, emprendedores.
Si Bolivia logra articular todos esos elementos, el turismo puede dejar de ser “una esperanza” y convertirse en un pilar real de desarrollo económico y social.

¿Por qué un Ministerio de Turismo?
- Los números acompañan esta decisión porque hubo un incremento sostenido de visitantes, salto en ingresos y proyecciones ambiciosas hacia 2030.
- La diversificación económica es urgente en un país tradicionalmente dependiente de materias primas y recursos naturales, el turismo representa una alternativa más sostenible, menos volátil y con valor agregado.
- Bolivia tiene potencial cultural, natural e identitario, reúne paisajes naturales únicos, riqueza cultural, diversidad étnica e historia, que son elementos ideales para una oferta turística auténtica y diferenciada.
- El turismo genera empleo e inclusión social, especialmente en zonas rurales, alejadas o poco desarrolladas, donde puede abrir nuevas oportunidades.
La creación de un Ministerio de Turismo en Bolivia no debe leerse como un mero cambio administrativo, sino como una apuesta profunda por redefinir cómo producimos, cómo nos mostramos al mundo, cómo generamos riqueza.
Si estamos dispuestos a trabajar con visión, constancia y sentido de futuro, esa apuesta —que hoy se proyecta como $us 3.000 millones de ingresos anuales— puede convertirse en motor de una nueva economía, una economía naranja, diversa, identitaria y sostenible.
Y si lo piensas bien: ¿quién no querría un país donde su riqueza natural y cultural no solo se admire, sino que se transforme en oportunidades reales para su gente?