Sandra Arias Lazcano | Activo$ Bolivia

Hace varios años, la introducción de drones en Bolivia representó un punto de inflexión en diversas industrias, especialmente en el sector agropecuario. Todo comenzó alrededor de 2013, cuando el director boliviano de efectos visuales Miguel Salek, que comenzaba a destacar en producciones cinematográficas de Hollywood, trajo una representación desde Estados Unidos.

Salek llegó con 15 unidades de drones diseñados para hacer registros audiovisuales y generar imágenes aéreas. Estos drones, equipados con tecnología avanzada para agregar efectos especiales, fueron los primeros en llegar al país, cuenta Ytalo Cabruja, un cineasta y publicista con 20 años de experiencia, cuyo trabajo también le permite estar ligado al sector productivo cruceño.

Su primo Reynaldo Díaz Salek, un reconocido líder agroindustrial cruceño, rápidamente comprendió el potencial de esta nueva tecnología, compró un drone y lo usó para el levantamiento de imágenes de sus propiedades, aprovechando su capacidad para monitorear y gestionar mejor sus recursos agrícolas.

Un drone utilizado para la fumigación de un campo productivo en Santa Cruz.

Por su parte, Cabruja utilizó su drone para generar contenidos audiovisuales para spots publicitarios, series y películas. Esta dualidad en el uso de drones muestra la versatilidad y el impacto transformador de esta herramienta.

A medida que la tecnología avanzaba en otros países, los drones comenzaron a recibir nuevas aplicaciones. En particular, DJI, una marca destacada en el mercado de drones, empezó a traer modelos especializados para el uso agrícola en Bolivia. Los drones de DJI, conocidos por su diseño robusto y vanguardista, se convirtieron en la opción preferida debido a su capacidad para soportar condiciones extremas y su fiabilidad.

Los drones agrícolas vienen en una variedad de tamaños y capacidades, desde modelos que pueden transportar 5 litros hasta aquellos que pueden cargar 80 litros. Estas capacidades permiten su uso en fumigación, donde el drone puede aplicar insecticidas sin exponer al ser humano a productos químicos peligrosos, optimizando así el proceso y mejorando la salud y seguridad de los trabajadores agrícolas.

Además de la fumigación, los drones también son utilizados para la lectura de suelos y el monitoreo de cultivos. Equipados con cámaras térmicas y otros sensores avanzados, pueden medir la cantidad de agua, detectar plagas, evaluar la salud de las plantas y analizar la composición del suelo en términos de proteínas y minerales. Estos datos permiten a los productores tomar decisiones informadas sobre el manejo de sus cultivos y la aplicación de productos específicos.

La tecnología de drones no se limita al sector agrícola. En la industria, los ingenieros los utilizan para supervisar torres eléctricas y cableado, como se vio en la instalación del teleférico en La Paz, donde los drones facilitaron el tendido de cables de comunicación. También se aplican en la seguridad y vigilancia militar, proporcionando una herramienta crucial para el seguimiento y prospección.

La adopción de drones en Bolivia ha crecido significativamente, con un estimado de entre el 20% y el 30% de los productores agrícolas utilizando esta tecnología. El costo de los drones varía según sus capacidades y aplicaciones, con precios que oscilan entre los 3.000 y los 45.000 dólares. Un modelo básico de 3.000 dólares puede ser suficiente para el levantamiento de imágenes, pero no para tareas más complejas como la fumigación o la recopilación de datos detallados.

En conclusión, la llegada de los drones ha revolucionado la agricultura y otras industrias en Bolivia. Con la capacidad de mejorar la eficiencia, reducir riesgos para los trabajadores y proporcionar datos precisos para la toma de decisiones, los drones continúan demostrando su valor como una herramienta indispensable en la modernización y optimización de múltiples sectores.