Sandra Arias Lazcano | Activo$ Bolivia
En los últimos años, Cochabamba ha experimentado un notable crecimiento en su sector tecnológico, impulsado por el retorno de profesionales bolivianos que trabajaron en ecosistemas internacionales y que han decidido establecer empresas tecnológicas en la región. Sin embargo, a pesar del potencial que parece tener este polo emergente, los profesionales locales aún no están cualificados para competir en las grandes ligas tecnológicas globales. ¿A qué se debe este rezago? ¿Cómo puede Cochabamba convertirse realmente en un Silicon Valley boliviano?
¿Cómo está el sector tecnológico?
Según Bryan Montes, cofundador del clúster de negocios digitales CochaTech, el ecosistema tecnológico cochabambino ha crecido de manera exponencial desde la creación de empresas pioneras como Jalasoft.
Fundada por un ingeniero cochabambino que trabajó en empresas tecnológicas de Estados Unidos, Jalasoft sembró las primeras semillas del desarrollo tecnológico en la ciudad. Gracias a su labor, otros empresarios bolivianos siguieron el ejemplo y comenzaron a establecer más empresas tecnológicas que trabajan en el extranjero, pero con mano de obra local.
“Hace 20 años, muchos ingenieros y profesionales emigraron para trabajar en el ecosistema tecnológico global. Se dieron cuenta de que este rubro tiene mucho potencial y, con esa visión, volvieron a Cochabamba”, comenta Montes.
Esta visión regresó acompañada de la experiencia acumulada en empresas estadounidenses y europeas. Esto permitió a Cochabamba generar un ecosistema que ha atraído inversiones extranjeras, principalmente de empresas norteamericanas y canadienses, que encontraron en la mano de obra boliviana una alternativa rentable.
El problema de la cualificación
A pesar de este desarrollo, Cochabamba y Bolivia en general se enfrentan a un desafío crucial: la falta de cualificación de sus profesionales. A menudo, el talento local no cumple con los estándares que demanda el mercado internacional.
Montes apunta que la mayoría de los ingenieros locales poseen habilidades básicas, pero no especializadas. Este problema se debe, principalmente, a programas académicos obsoletos que las universidades bolivianas aún no han actualizado para alinearse con las necesidades tecnológicas actuales.
Recuerda lo sucedido hace varios años, cuando un ingeniero boliviano vinculado a una empresa internacional quedó a cargo de un gran proyecto a desarrollar desde Bolivia. Debía contratar 600 ingenieros y luego de una búsqueda en todo el país (no sólo en Cochabamba) encontró sólo 30 ingenieros calificados.
“Las universidades manejan currículas anticuadas, y aunque algunas quieren dar los primeros pasos para cambiar, el mundo del software innova constantemente”, añade. En contraste, universidades de Asia y otros países ofrecen programas 100% virtuales donde los estudiantes adquieren habilidades de programación en menos de dos años; mientras que, en Bolivia, los profesionales siguen atrapados en programas académicos de cinco o seis años que no responden a las demandas del mercado.
Rezago en infraestructura e innovación
Otro de los puntos débiles del ecosistema tecnológico en Cochabamba es la falta de una infraestructura adecuada y la mentalidad anticuada con respecto a la innovación. Hace algunos años, hubo intentos del gobierno de crear una «ciudadela tecnológica» en Cochabamba; aunque el proyecto no avanzó debido a la crisis económica y a la pandemia. Pero, sobre todo, a que en el país persiste la mentalidad de que se necesita infraestructura de cemento para trabajar.
Y las obras de cemento no garantizan el éxito. Es el caso de Yachay, en Ecuador, un proyecto gubernamental que construyó una ciudad científica con millones de dólares de inversión, pero que terminó siendo un «elefante blanco».
Para evitar este tipo de fracasos, Montes sugiere que Bolivia debe enfocarse más en la colaboración entre universidades, empresas privadas y el gobierno, en lugar de depender de grandes infraestructuras. Considera que es más importante la co creación, el tener metas conjuntas, cooperar en lugar de competir.
Falta de producción intelectual propia
En el diagnóstico salta a la vista la falta de generación de conocimiento propio. A pesar de que Cochabamba se ha ganado la reputación de ser un «Silicon Valley boliviano», la realidad es que el país solo exporta software de tipo outsourcing, es decir, productos prediseñados para cubrir demandas externas. “Exportamos entre 30 y 40 millones de dólares en software al año más unos 5 millones de modo informal, pero no generamos propiedad intelectual propia”, asegura Montes.
Para poner esto en perspectiva, Argentina, un país que ha atravesado crisis políticas y económicas similares a las de Bolivia, exportó en 2023 más de 7.000 millones de dólares en software, hardware y propiedad intelectual. Esto coloca a Bolivia en una posición rezagada dentro de la región, donde países como Chile, Brasil y Colombia lideran la producción tecnológica y la generación de conocimiento.
¿Qué se puede hacer?
Montes propone que Cochabamba y Bolivia deben cambiar su enfoque si quieren jugar en las grandes ligas del mundo tecnológico. En primer lugar, es necesario mejorar la formación académica en las universidades. «No se trata solo de que los estudiantes obtengan un título; se trata de que entiendan que deben generar conocimiento y servir a su comunidad y al mundo», explica.
También sugiere que las universidades deben trabajar en conjunto con el gobierno y la empresa privada para crear un ecosistema de co creación. La economía del conocimiento, donde se fomente la investigación y la innovación tecnológica, es el camino para que Cochabamba se convierta en un verdadero centro de desarrollo tecnológico.