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Edwin Carpio San Miguel | Activo$ Bolivia
Un deseo ardiente es el punto de partida de un sueño que, aislado de toda indiferencia, pereza o falta de ambición, puede transmutarse y hacerse realidad. Así describía Napoleón Hill, el mentor de mentores, lo que denomina “el poder del deseo”, un ingrediente clave para lograr tus metas y tener éxito.
El afamado escritor estadounidense señalaba que todos aquellos que consiguen triunfar en la vida suelen tener un mal comienzo o pasar por una crisis que logra sacar de ellos su “otro yo”. Para demostrarlo citaba varios casos, como la historia de la estadounidense Hellen Keller como un ejemplo de ello, una niña que quedó sorda y ciega después de nacer y, pese a su desgracia, logró proezas impensables.
Cuando la niña cumplió siete años, sus padres acudieron al Instituto Perkins para Ciegos, donde Hellen se graduó de la secundaria. En el Radcliffe College, obtuvo una licenciatura, convirtiéndose en la primera persona sordociega en obtener un título universitario.
Keller redactó múltiples artículos y más de una docena de libros sobre su experiencia, entre ellos: La historia de mi vida (1903) y Luz en mi oscuridad (1927). Su vida ha sido la demostración de que nadie está derrotado si no acepta la derrota.Por sus logros, el presidente estadounidense Lyndon Johnson le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad, en 1964, y desde 1980, por decreto de Jimmy Carter, el día de su nacimiento es conmemorado como el Día de Helen Keller.
El deseo derriba obstáculos
Otra historia que solía citar es la de madame Ernestine Schumann-Heink, una cantante de ópera que, en sus inicios, visitó al director de la ópera de Viena para una prueba de voz. Él se rehusó y después de echar un vistazo a la desgarbada y pobremente vestida muchacha le dijo: “Con esa cara, y sin ninguna personalidad, ¿cómo espera tener éxito en la ópera? Señorita, olvide esa idea. Cómprese una máquina de coser y póngase a trabajar. Usted nunca podrá ser cantante”.
“El director de la ópera de Viena sabía mucho sobre la técnica del canto, pero muy poco del poder del deseo cuando éste asume las proporciones de una obsesión”, comentaba Napoleón Hill.
Ernestine Schumann-Heink llegó a ser una contralto de ópera, conocida por su control, tono, belleza y amplio rango de su canto. Cantó junto a Gustav Mahler en la Royal Opera House en Londres, ganando reputación y fama en las óperas de Richard Wagner en el Festival de Bayreuth, entre 1896 y 1914, y su exitosa carrera es la demostración del “poder del deseo”.
No menos inspiradora fue la vida de Beethoven que era sordo; su nombre perdurará por siempre porque soñó, deseó y transformó su realidad.
Como reflexión final, Napoleón Hill afirma que el estado mental debe ser una convicción y no una mera esperanza o anhelo, por lo tanto, una mente abierta es esencial para creer, para inspirar fe, tener coraje y convicción.
“Mediante algún extraño y poderoso principio de química mental que nunca se ha divulgado, la naturaleza envuelve en el impulso del deseo ardiente ese algo que no conoce la palabra ‘imposible’ ni acepta el fracaso como realidad”, explicaba Napoleón Hill.