Sandra Arias Lazcano | Activo$ Bolivia

Cuando ya casi terminaba febrero, el Aparthotel Camino Real, de La Paz, hizo noticia al anunciar su cierre después de 30 años de servicio. Un breve comunicado explicaba que sus propietarios se dedicarán a otras actividades.

A principios de enero, en medio de un bloqueo motivado por pugnas políticas que paralizó la economía nacional, el presidente de la Cámara Hotelera de Cochabamba, Carlos Contreras, reveló que, sólo en esa ciudad, siete hoteles ya habían cerrado y están a la venta porque no pudieron recuperarse después de la pandemia. El Hotel Portales está en este grupo.

Algunos empresarios hoteleros culpan de la precaria situación del sector a la competencia que les hace la plataforma Airbnb; pero el panorama es más complejo y hay otras varias causas, explica el presidente de la Cámara Boliviana de Hotelería y de la Cámara Boliviana de Turismo (Cabotur), Luis Ampuero.

Para comenzar, Ampuero dice que no hay un censo de cuántos hoteles cerraron después de la pandemia, ya sea porque no son hoteles asociados o porque la mayoría de los empresarios prefieren que el hecho pase desapercibido.

Vista de la piscina y jardín del que fue el Hotel Portales, en Cochabamba.

Causas de la “muerte” de los hoteles

El empresario cita una serie de factores que inciden negativamente sobre el sector hotelero desde hace muchos años y la pandemia los profundizó:

1.Conectividad: Se necesitan políticas para que ingresen más líneas aéreas a operar en Bolivia para facilitar la llegada de turistas extranjeros. Por ejemplo, en La Paz, operan sólo dos aerolíneas internacionales. “Bolivia tiene políticas poco amigables con las aerolíneas extranjeras, no se hizo nada para atraerlas y más bien se hizo de todo para alejarlas”.

2.Burocracia: Hoteles, agencias de turismo, operadores y cualquier empresa se encuentra con un sinfín de trabas para comenzar a operar. Los trámites son lentos, costosos, complicados y desgastantes.

3.Falta de promoción: El Estado le asigna muy pocos recursos al turismo. Bolivia no hace promoción internacional como destino turístico.

4.Inseguridad: Bolivia prácticamente no tiene policía turística. Lugares emblemáticos como el Salar de Uyuni o el Lago Titicaca no tienen presencia policial, el turista no tiene a quién pedir ayuda.

5.Airbnb: El alojamiento temporal que ofrece Airbnb es una preocupación para los hoteleros formales porque lo consideran competencia desleal. Ampuero dice que, sólo en el eje central del país, se estima que hay 4.000 alojamientos temporales frente a menos de 2.000 hoteles formales.

El Aparthotel Camino Real, en la zona central de La Paz, anunció su cierre en febrero de 2024.

Admite que, si bien cumplen un rol importante en ciertas temporadas, como en el Carnaval de Oruro, y ayudan al sistema; se convierten en un problema cuando operan permanentemente y sin regulación. Pero en este punto vuelve al hecho de que operar formalmente es complicado y la gente opta por la informalidad.

“Turismo de Alasitas”

En resumen, Ampuero ve muy poca concertación público-privada para resolver los problemas que frenan la economía. Admite que se abrieron canales de comunicación y de trabajo con las autoridades, pero es un proceso largo. Sumado a esta falta de sinergia, la pandemia y los conflictos sociales terminan por asfixiar al sector hotelero y al turismo en general.

“Turismo de Alasitas es lo que tenemos en Bolivia”, así grafica a este sector y para justificarlo cita cifras. Mientras que Perú atrae unos 4 millones de turistas, Chile alrededor de 5 millones, Brasil 5 o 6 millones y Argentina atraer unos 6 millones; Bolivia apenas llega a atraer 1 millón de turistas al año.