Redacción | Activo$ Bolivia
Bolivia está ante su gran prueba económica. Enfrenta una de las crisis económicas más complejas de su historia reciente. Lo que antes era un rumor de escasez o un comentario sobre la falta de dólares, hoy es parte de la vida cotidiana con colas por carburantes, precios que suben cada semana y un dólar que parece oro en el mercado paralelo.
Según el economista Fernando Romero, el origen del problema no está en un solo punto, sino en un modelo agotado. Más de una década de gasto público elevado, once años de déficit fiscal y una economía excesivamente dependiente del gas han dejado al país con reservas internacionales en mínimos históricos y un riesgo creciente de recesión o incluso de default.
Pero Romero no se queda en el diagnóstico. Propone una ruta de soluciones concretas y realistas para enfrentar tres frentes urgentes: carburantes, dólares e inflación.
En el corto plazo, sugiere un plan de emergencia para importar combustibles, con prioridad a sectores estratégicos como el transporte, el agro y la salud. También plantea abrir temporalmente la importación al sector privado y diversificar proveedores, mientras se transparentan los inventarios de YPFB y se digitaliza el control de suministro.
En el tema cambiario, Romero recomienda recuperar la confianza con más transparencia del Banco Central, acceso rápido a créditos externos y acuerdos financieros internacionales que inyecten liquidez. A mediano plazo, el país debería revisar el tipo de cambio fijo, fomentar exportaciones no tradicionales y mejorar el clima de inversión.
Para frenar la inflación, su receta incluye abastecer carburantes sin interrupciones, controlar la especulación y reducir la emisión monetaria. Pero insiste en que la clave está en aumentar la producción nacional y equilibrar las finanzas del Estado.
En síntesis, lo que plantea Romero es una salida mixta, es decir, ni solo financiamiento internacional, ni solo ajuste fiscal, sino una combinación que evite el colapso sin asfixiar la economía. El crédito externo podría dar oxígeno inmediato, mientras la reducción gradual del gasto devolvería sostenibilidad a largo plazo.
Sin embargo, advierte que ninguna medida funcionará sin gobernabilidad ni consenso político. “El nuevo gobierno tiene seis meses para estabilizar la economía. Sin coordinación entre las calles y el parlamento, cualquier plan quedará a medias o con alto costo social”, advierte.
La receta no es sencilla, pero es clara porque se centra en disciplina fiscal, transparencia y productividad. Tres pilares para intentar que Bolivia no solo sobreviva a esta crisis, sino que encuentre un nuevo rumbo económico sostenible y menos dependiente del gas.