Redacción | Activo$ Bolivia
El fantasma de la escasez de combustible vuelve a recorrer Bolivia y, con él, la incertidumbre. En las calles, las largas filas en las estaciones de servicio se han convertido en una postal recurrente, con transportistas, comerciantes y usuarios particulares viendo cómo la crisis del diésel y la gasolina golpea con fuerza la economía del país.
Mientras las autoridades intentan calmar las aguas con promesas de abastecimiento, el problema persiste y sus efectos empiezan a sentirse en distintos sectores. Desde el transporte de carga hasta la agricultura, la falta de combustible amenaza con desatar un efecto dominó en los precios de los alimentos y la logística de productos esenciales.
¿Por qué no hay suficiente combustible?
El Gobierno ha señalado que la escasez responde a problemas logísticos y climáticos que han retrasado las importaciones. Sin embargo, la dependencia del país en el diésel y la gasolina importados es una bomba de tiempo que tarde o temprano explota. Y eso es precisamente lo que estamos viendo ahora.
A esto se suma el peso de un subsidio estatal que cada vez cuesta más sostener. Según datos oficiales, Bolivia destina miles de millones de dólares anuales a subsidiar el combustible, lo que ha mantenido artificialmente bajos los precios, pero ha generado un gasto insostenible para las arcas públicas.
El impacto en la economía diaria
El transporte es el primero en sufrir las consecuencias. Desde los camiones que llevan productos del agro hasta los minibuses del transporte público, la falta de diésel y gasolina complica la movilidad y encarece el costo de vida. La producción agrícola también está en jaque, con productores alertando que sin diésel no hay cosecha ni distribución.
En las ciudades, la incertidumbre se refleja en los precios de bienes y servicios. En algunos mercados, los productos básicos han comenzado a subir ante el temor de un desabastecimiento mayor.
¿Soluciones a la vista?
La pregunta del millón es si existe un plan a largo plazo para evitar que Bolivia siga tropezando con la misma piedra. Diversos expertos han señalado que el país necesita invertir en infraestructura energética y reducir su dependencia de combustibles importados. Sin embargo, cualquier cambio estructural requerirá tiempo y decisiones políticas valientes.
Por ahora, lo único seguro es que la crisis del combustible ha vuelto a poner en jaque la economía y el día a día de los bolivianos. Y mientras no se encuentre una solución definitiva, el país seguirá funcionando en «modo reserva».