Sandra Arias Lazcano | Activo$ Bolivia
En 1945, Santiago Dolz dejó Tarija en busca de nuevas oportunidades y llegó a Sipe Sipe, Cochabamba. Tras décadas de dedicación al comercio y la experimentación con la producción de vino, fundó Bodegas Santa Ana, en 1979. Lo que quizá nunca imaginó fue que su hijo menor, Wildo Dolz, no solo tomaría las riendas del negocio familiar, sino que lo transformaría radicalmente para darle un nuevo impulso con la creación de Bodega Dolz, en 2011.
Wildo habla con pasión sobre el negocio familiar, sus raíces y su evolución. Recientemente, encargó la creación de un espacio acogedor en su bodega para recibir a los visitantes, ofreciendo catas y degustación de bocadillos con el objetivo de impulsar la cultura del vino en Bolivia. “El vino es más que una bebida; es historia, tradición y arte”, comenta mientras recorre las instalaciones rodeado de hermosas barricas y botellas cuidadosamente alineadas.
De la tradición a lo moderno
La historia de Wildo Dolz en la enología no ha sido lineal. Desde joven, su padre le insistió en que debía prepararse para dirigir el negocio, por lo que soñaba con estudiar enología en la Universidad de Mendoza, en Argentina. Sin embargo, el destino lo llevó por otro camino: estudió Ingeniería de Alimentos en Bolivia y se especializó en viticultura, enología y análisis sensorial de vinos en Chile. Con este bagaje académico, regresó con la determinación de modernizar la bodega.
El gran desafío llegó en 2001, cuando un experto le advirtió que los métodos de producción que había heredado de su padre ya no eran funcionales. “¡Me dijo que debía cambiar todo!”, recuerda Dolz. Ese mismo año, su padre falleció, y mientras enfrentaba el duelo, emprendió un proceso de transformación en la bodega. Apostó por nuevas tecnologías y adquirió una línea de envasado de Bodega Kohlberg, iniciando así una nueva era para su empresa.
Hoy, la capacidad productiva de Bodega Dolz alcanza los 300.000 litros anuales, consolidándola como una mediana empresa. Gracias a la inversión en maquinaria y la formación de un equipo especializado, Dolz ha podido delegar funciones, permitiéndole enfocarse en la expansión de la marca y en su papel de líder gremial.
Y muy pronto, la tercera generación sentará presencia en el negocio porque su hija mayor, Alexandra Dolz, está a punto de terminar la carrera de Enología en la Universidad de Mendoza y tiene muchas ideas bullendo en la cabeza.
Liderazgo y compromiso
El liderazgo de Wildo Dolz no se limita a su bodega. Actualmente, es vicepresidente de la Cámara de Industria, Comercio y Servicios de Cochabamba (ICAM) y segundo vicepresidente de la Cámara Nacional de Industrias (CNI). A pesar de que su padre fue político y alcalde de Sipe Sipe, Wildo encontró su vocación en la representación gremial, donde impulsa el desarrollo del sector vitivinícola en Bolivia.
Además, fundó la Asociación de Productores de Uva de Sipe Sipe con el propósito de demostrar que Cochabamba también puede producir uvas de calidad. Está convencido de que el bienestar de los pequeños productores contribuye al desarrollo de toda la industria. “En los últimos cinco años, Sipe Sipe ha visto nacer pequeñas bodegas que han puesto alma, vida y corazón en su producción”, dice con orgullo.
Dejando huella
Antes de dedicarse de lleno a su bodega, cuando Wildo Dolz volvió al país con las especializaciones en enología y viticultura, logradas en la Universidad Católica de Chile, fue invitado a ser docente de la carrera de Gastronomía de INFOCAL. Fue el primer docente en dictar la materia de Introducción a la Enología y también estuvo a cargo de la materia Maridaje de Vinos y Comidas.
Justo en aquella época, el Gobierno decidió que todos los institutos técnicos debían tener el mismo pensum y tomaron como referente el de INFOCAL por su calidad académica. Ahora, todas las carreras de Gastronomía de Bolivia incluyen la materia que él introdujo al país.
Dos encuentros clave
En su trayectoria, Wildo Dolz ha conocido a dos grandes referentes del sector: Julio Kohlberg, de Bodega Kohlberg, y Luis Granier, de la destilería Casa Real. Con este último tiene un vínculo especial, ya que fue él quien le vendió la marca Santa Ana. Cuando Wildo intentó registrar el nombre que su padre había elegido para su empresa, descubrió que pertenecía a Granier. Con determinación, lo visitó y le contó su historia. “Su hijo me dijo que les caí bien y que me venderían la marca”, recuerda. Hoy, Santa Ana es una de las zonas productoras de uva más importantes de Tarija, pero solo él tiene derecho a usar su nombre en la industria vinícola.
Pasaron 80 años desde aquella tarde polvorienta de 1945, en la que don Santiago Dolz llegó a Cochabamba. El menor de sus hijos ha sabido honrar el legado familiar poniendo sus vinos y singanis en el mapa vinícola del país y conquistando premios internacionales por su calidad.