Redacción | Activo$ Bolivia
Durante años, el azúcar fue uno de esos productos que parecían tener la receta del éxito en Bolivia. Con un clima favorable, tradición agrícola y mercados vecinos ávidos de endulzar su economía, todo indicaba que este sector estaba para cosas grandes. Y en parte, lo fue. Entre 2015 y 2025, Bolivia logró exportar más de 800 mil toneladas de azúcar, generando 378 millones de dólares. Nada mal para un producto que muchas veces pasa desapercibido en los titulares económicos.
Pero como toda historia dulce, también hay giros amargos.
Después de tocar techo en 2021 y 2022 con ventas que superaron los 66 millones de dólares anuales, el panorama empezó a cambiar. En 2023 ya se sintió una caída y el 2024 cerró con 44 millones. Lo preocupante viene con las cifras en lo que va de 2025: hasta marzo, solo se exportaron 19.473 toneladas, equivalentes a 10 millones de dólares. Un bajón más que evidente.
¿Qué pasó?
Para entenderlo, hay que mirar más allá de las cifras. Aunque Bolivia tiene un buen producto, los mercados no siempre son estables. A eso se suma la dependencia de pocos compradores. Por ejemplo, en 2024, Perú se llevó el 34% de nuestra azúcar, seguido por Colombia (30%), Estados Unidos (17%), Chile (17%) y Ecuador con 2%.
Si uno de estos mercados se enfría o cambia de proveedor, todo el sistema tambalea.
Y si hablamos de logística, la historia se pone aún más interesante. Las rutas por donde el azúcar sale del país nos cuentan mucho: Tambo Quemado – Charaña – Arica fue el corredor principal, movilizando más de 23 millones de dólares, más de la mitad del total. Le siguen Desaguadero (34%), Yacuiba – Pocitos (10%) y Bella Vista – Pisiga – Iquique (3%). Es decir, gran parte de nuestro azúcar se va por puertos chilenos, algo que vuelve a poner sobre la mesa el debate sobre acceso al mar y eficiencia logística.
Pero más allá de la geografía, la pregunta clave es: ¿por qué caen las exportaciones? Algunos analistas apuntan a una menor competitividad frente a otros países productores. Otros mencionan la inestabilidad económica regional o problemas internos de producción, como el precio de insumos o conflictos sectoriales. También puede que el mercado internacional simplemente esté buscando alternativas más baratas o con mayores volúmenes.
Sea como sea, el azúcar boliviano enfrenta un desafío: mantener su lugar en un mercado que cambia rápido. Apostar por la diversificación de destinos, invertir en tecnología y asegurar rutas logísticas eficientes podría ser la clave para recuperar el ritmo y volver a saborear las mieles del éxito.