Edwin Carpio San Miguel | Activo$ Bolivia
Todo empezó con una columna provocadora del economista Jaime Dunn titulada “Hay que dinamitar la Aduana (figurativamente)”, donde argumentaba que el problema en Bolivia no es el contrabando, sino el Estado. Lo que no esperaba era que este artículo lo llevaría a una conversación directa con los protagonistas de ese mundo.
Dunn recibió una llamada inesperada. Del otro lado de la línea, un hombre se identificó como uno de los seis grandes contrabandistas del país. Le dijo que los otros cinco escuchaban la conversación por altavoz y, sin rodeos, le explicaron cómo funciona el negocio.
Contrabando paso a paso
Para ilustrar el sistema, pusieron un ejemplo concreto: una carga de 10.000 bicicletas de contrabando desde China. Desde que salen del puerto asiático hasta que llegan a Bolivia, el viaje dura poco más de 50 días y requiere cumplir con todas las normativas de los países de tránsito.
Pero la clave del asunto está en la frontera boliviana. Ahí, los costos se disparan debido a coimas y trámites irregulares que pueden elevar el precio final hasta en un 12%.
Entonces, Dunn lanzó la pregunta del millón: “¿Qué pasaría si los impuestos de importación bajaran al 6%?”. La respuesta de los contrabandistas fue contundente: “Al día siguiente nos volvemos formales”.
El problema es Bolivia
Para Dunn, este testimonio confirma lo que viene sosteniendo hace años: el problema no es el contrabando, sino el modelo económico y tributario del país. Explica que más del 70% de las empresas en Bolivia son informales porque operar dentro de la ley es costoso y riesgoso.
Con un aparato burocrático lento y un sistema fiscal que ahoga a los negocios, el contrabando se convierte en un refugio natural para la economía informal. No se trata de más policías, retenes o multas, sino de políticas económicas que hagan que la formalidad sea atractiva y accesible.
Cifras que preocupan
El impacto del contrabando en Bolivia no es menor. Según datos de la Cámara Nacional de Industrias, esta actividad mueve más de $us 3.300 millones anuales y ha triplicado su volumen en dos décadas. Crece a un ritmo del 8% anual, más del doble que la economía nacional, afectando a más de 39.000 industrias y 600.000 empleos en el sector industrial.
Además, el país pierde aproximadamente $us 930 millones por concepto de IVA y otros impuestos, dinero que podría destinarse a infraestructura, salud o educación.
Una batalla perdida desde hace siglos
Dunn recuerda que, en septiembre de 1825, Simón Bolívar firmó un decreto para luchar contra el contrabando. Se dice que, tras firmarlo, escribió en el margen: «Esto nunca va a funcionar».
Doscientos años después, el problema sigue intacto. ¿La solución? No está en las armas ni en las fronteras, sino en la economía misma. Mientras la formalidad siga siendo más costosa y engorrosa que la ilegalidad, el contrabando seguirá siendo el rey del comercio en Bolivia.